Después de recibir un órgano trasplantado, el cuerpo necesita medicamentos inmunosupresores para evitar el rechazo. Estos fármacos, aunque esenciales, debilitan las defensas naturales, aumentando la probabilidad de contraer infecciones por virus, bacterias, hongos o parásitos. Evitarlas contribuye a la buena función del órgano trasplantado y disfrutar de una vida plena.
Contamos con dos estrategias: prevenir la reactivación de infecciones previas al trasplante (que pueden permanecer en estado latente en el organismo) y evitar la adquisición de nuevas infecciones mediante intervenciones farmacológicas (como las vacunas) o no farmacológicas (como el uso de tapabocas, higiene de manos y la adecuada preparación de alimentos, entre otras).
Antes de la cirugía, el equipo médico realiza un “cribado pretrasplante” con el fin de detectar cualquier infección previamente contraída y que, estando en un estado latente (dormida), pueda reactivarse con el inicio de la terapia inmunosupresora. Esto permite planificar tratamientos preventivos y reducir riesgos.
Las vacunas son una herramienta fundamental para reducir el riesgo de infecciones. Lo ideal es aplicarlas antes del trasplante, ya que el sistema inmunológico aún no se ha debilitado por la acción de los medicamentos inmunosupresores. Sin embargo, esto no significa que no se puedan aplicar después del trasplante, de hecho, algunas vacunas requieren refuerzos periódicos, como las de la Influenza y el COVID-19.
Las vacunas que tienen microorganismos vivos atenuados, como la de la fiebre amarilla, la triple viral (sarampión, rubéola y paperas) o la fiebre tifoidea, están contraindicadas en pacientes que ya reciben medicamentos inmunosupresores para el trasplante por el riesgo de generar complicaciones.
Por el contrario, las vacunas inactivas, es decir aquellas que no contienen virus vivos, pueden ser administradas con seguridad, tanto antes como después del trasplante. Algunas de las más recomendadas son:
Influenza estacional: cada año, al menos dos semanas antes de la cirugía
La vacunación no solo es para el paciente, también es para los que conviven con él, así se crea un “escudo” que reduce la posibilidad de contagio desde el entorno cercano.
Las infecciones transmitidas por alimentos pueden ser graves en alguien con defensas bajas, algunos consejos prácticos son:
Aunque las vacunas son eficientes, hay infecciones respiratorias que aún no tienen vacuna, por eso, el uso de tapabocas (cubriendo boca y nariz) es una estrategia altamente efectiva para mitigar este riesgo.
Se recomienda especialmente;
No es necesario usarlo en espacios abiertos como parques o calles ni en nuestro hogar si no hay personas enfermas.
La higiene de manos frecuente con agua y jabón o el uso de alcohol glicerinado es la medida más sencilla y efectiva para la gestión del riesgo de infecciones.
Cuando las manos estén visiblemente sucias, es preferible el uso del agua y el jabón. En otras situaciones, puede utilizarse alcohol glicerinado (con al menos 60 % de alcohol) como una alternativa práctica y eficaz.
Un estilo de vida equilibrado fortalece la salud en general y contribuye a preservar la función del órgano trasplantado. En la Clínica Shaio, acompañamos a nuestros pacientes en cada etapa del proceso, brindando orientación para adoptar hábitos saludables y apoyo frente a los desafíos que pueden surgir tras el trasplante.
Este blog, fue escrito por el Dr. Edwin Silva, especialista en infectología, al servicio de la Clínica Shaio.